La casa de lo impropio.
Dentro de una familia cómo esta pasan cosas, como diria unos de sus miembros. Estas, a priori, pudieran ser cosas excelentes, muy propias de personas íntegras y con VALORES en mayúsculas. Unos valores provenientes, normalmente del Excelentísimo. Personas de orden, de seriedad, de tradición, de Familia. Personas que creen en el «poder» individual para sacar la mejor versión de uno mismo y que a su vez promulgan la comunidad, eso sí, una comunidad de fieles.

Como en cualquier familia, surgen fricciones, riñas, disputas que normalmente se quedan dentro de la casa. No salen a ver a los vecinos, pero cuando hay líneas que se traspasan, cuando no hay diálogo, ni cariño, ni objetivos comunes, solo prepondera el interés y el poder de gobernar, surgen cosas, como decía antes, feas, de esas que dirías uff que mal, que pena, cómo han llegado a ese punto….
Como vecino que te enteras, empiezas a pensar en lo inapropiado de la situación. De las diferencias contigo. De cuánto te han dicho de cómo vivir y qué estilo de vida, valores, normas con las que comulgar y de repente, sorpresa, resulta que tienen para ti formas del todo impropias de su supuesta categoría.
Y entonces piensas:
Impropios aquell@s que niegan lo evidente cuando dicen lo que dicen, queriendo decir eso mismo. Sin maquillaje, sin tapujos.
Impropios l@s correveidiles que acompañan y que hacen propaganda de los tejes y manejes, con excusas infantiles dotándolas de una seriedad y magnitud difícilmente digerible.
Impropias e indignas las mordidas a pan ajeno y más si son panes que hacen falta, que cubren necesidades extremas en situaciones excepcionales.
Impropias las recogidas de cable, los donde dije digo, digo Diego o ya no me acuerdo.
Finalmente, después de toda la basura sacada al jardín y dejada de cualquier forma, todavía habrá vecinos que les perdonen, que sigan confiando en ell@s para que gobiernen su vecindario, su comunidad… dirán solo son Cosas de casa.